Me llaman educadora, pero
puedes llamarme como tú quieras.
Qué quieres que diga y lo
diré.
Hablo de la estética
postmoderna y su horizontalidad rizomática a especuladores. Otro día, de las
lindezas de la pedagogía a unos estudiantes de magisterio que todavía tienen
ideales. De la esencia de lo popular a viejitos que vienen a ver una época, si
cabe, más triste que la de ahora.
Construyo castillos en el
aire por dinero. Pero en vez de poner un tornillo en una tuerca, balbuceo
contenidos dirigidos a unos usuarios, que no ciudadanos. Me pagan por contar cuentos. De castillos y
princesas, de héroes y malhechores, de prostitutas y queers.
La retórica, hoy, es la fábrica
de los pobres. Los clowns de la sociedad de un espectáculo que no acaba. Dime
qué quieres oír, porque soy toda tuya. La prostituta de un saber que se paga
depende de quien tenga delante. Coleccionistas, miembros eméritos de dudosa
moral, niños, niñas, profesores a quien educar.
De qué están hechas las ideas
y te diré qué de dinero. Porque el lugar que las vende, las ofrece por muy
poco. Tres euros la hora.
Qué duro está el oficio.