Después de una niñez teñida por la amargura ajena de unos padres eternamente adolescentes las dos pequeñas crecieron en ciudades distintas. Aunque todavía no se conocían pudieron comprobar que el maldito prólogo del acné y los chicos había sido harto semejante para ambas. La televisión, las películas y la literatura se convirtieron en un mundo hecho a medida sin el cual, quizás, no se hubieran conocido. El arte llegó más tarde. Luego el sexo y las drogas y por último un pozo oscuro de desdichas que acabó por dibujar una piel distinta. Después de charlas ligeras con café, llegaron los secretos mojados en alcohol y poco a poco, desde hace tres años saben bien que, nadie puede entender mejor lo dulces que saben las chucherías después de confundir el azúcar con los ácidos.