28 sept 2011

Balada bobalicona

Durante el concierto del cantautor greñudo con aires de romántico decadente, ella, no paró de recordar las innumerables contorsiones y los escasos besos de una cama improvisada en el backstage. La nota del polvo rozaba el sobresaliente y las miradas de ternura aprendida la avezaron por completo a la conquista del sujeto, sin saber exactamente si eran sus hormonas las que hablaban en nombre de su piel. Después de un repertorio manifiestamente amoroso las pruebas de que su relación se había afianzado eran para ella muy evidentes. Al encontrarse de nuevo en el backstage hicieron el amor repetidas veces hasta que el cansancio se apoderó del cantautor greñudo que, por satisfacer la fama que acompaña a la profesión, tuvo que realizar un sobresfuerzo tal, que se durmió abrazado a su groupie favorita.
Se hizo de día y con éste la molesta sensación de incerteza que pulula entre sábanas extrañamente conocidas. Después de un baño compartido con otro final feliz, las fantasías de convertirse en su chica especial tenían cada vez más lugar en un espacio de tiempo más corto. Que el cantautor greñudo empezara a cocinar con una destreza sorprendente unas crêpes de pollo, tampoco ayudó a que esa fantasía convertida en esperanza disminuyera. Asombrada y jovial le cogió la mano mientras éste devoraba un trozo de pollo.
-Esto es muy especial-. Dijo de modo tímido mientras lo agarraba con firmeza. El tipo la miró y de repente dejó el tenedor. Ante un gesto tan contundente la expectativa de que por su boca saliera algún tipo de manifestación romántica le aceleró la respiración.
-Eres tan especial que creo que no te merezco-. Respondió mirando fijamente a sus ojos casi sin parpadear. Después de un silencio eterno se dispusieron a dejar el local para separarse hacia sus respectivas rutinas. Llovía, hecho que acrecentó el dramatismo de una escena que ahora se desarrollaba delante de un quiosco donde numerosas abuelas compraban revistas del corazón. Se besaron y cada uno se fue hacia el lado contrario de la calle. Ella se giró para verlo y continuó su camino desconcertada. Convencida de que éste llamaría en cualquier momento del día se limitó a darle vueltas al significado de no merecer. Pasaron los días y su amante furtivo hacía digna mención de tal apelativo, ya que parecía que se hubiera desvanecido de la ciudad, y continuó esperando durante todo el invierno aquello que no pasó nunca más.
Lo más extraño de todo es, que con el tiempo, aquello que permaneció en su recuero, fue a su cantautor greñudo comiéndose aquel pollo, eso sí, lo recordaba de un modo muy especial.