La mesa estaba servida. El
aburrimiento también. La comida se le
antojó deliciosa. Todo parecía ir bien. Salió a fumar dejando los comensales
atrás. Hacía tiempo que no veía las estrellas. Era una noche especial aunque
todo parecía normal. Un trago de vino, una calada y la inmensidad encima de su
cabeza. Vislumbraba unas calles sin un alma desde lo alto, mientras oía las
horas tocar. Hora de irse. Salir a la calle. Coger el coche. Ser copiloto de
otra persona bebida. Los semáforos retomaron viejas conversaciones. Las mismas
que florecen cuando el vino dirige una verdad velada. Disimuló las lágrimas
pero no la tristeza. Eligió las palabras para no herir. El recorrido llegó a su
fin. Bajó del coche. Buscó las llaves. Abrió la puerta. Encendió la luz. Había
carmín en las llaves, en sus manos, en el bolsillo, en los papeles. El
pintalabios se ha roto. El carmín lo impregna todo.
26 ene 2015
17 ene 2015
Giorgio Agamben/el pensamiento es el coraje de la desesperanza
…"hablar o dar un beso
desviando la boca de su función, que sirve en primer lugar para comer".
Pequeño extraxto de la entrevista
a Giorgio Agamben por Juliette Cerf publicada el 10 de marzo de 2012 en
Telarama, ahora en el espacio Artillería Inmanente.
2 ene 2015
Después del después
La ingenuidad es herida
Por la crudeza
Como arma arrojadiza.
Vuelve el refugio
De las palabras calladas
Y las risas baratas.
Naces del lugar
Donde se acuna la pena.
A pleno sol.
Mato tu idea
Cuando florece
El dolor.
Tengo la casa
En el sitio
Donde la razón
Me dice no
Me dice no
Jamón pa mi yerno
Entras en un colmado.
Empiezas a llenar el cesto de comida mirando de reojo a las personas que reponen
el género. Las manos empiezan a sudar cuando te acercas a la caja. Has estado
haciendo miradas extrañas a cada uno de los trabajadores, porque lo que
realmente quieres no está visible en ninguno de los rincones de esa inmunda
tienda. Llega el momento de pagar, pero en tu cesto aun no está aquello por lo
que realmente has venido. Delante del mostrador te precipitas al vacío.
-Quiero jamón pa mi yerno.
Esa es la clave clandestina que
te han confiado. Después de dos segundos de silencio, una persona me acompaña a
otra habitación. Podríamos pensar que lo que espera en la trastienda son
medicinas ilegales pero lo que encuentro son cajas y cajas de caros perfumes.
Elijo mi regalo, pago y me voy, sintiendo como si me hubiera hecho con un frasco
de ginebra en la época de la ley seca. Pero en vez de alcohol para evadirse tengo
un perfume que no es precisamente pa mi yerno. ¿Quién debió inventar esa clave
tan excéntrica? Imagino que fue fruto de la sabiduría popular. Esa, que lleva a
las abuelas a taparse el peinado con una bolsa de plástico cuando llueve o a
pedir jamón cuando en realidad quieren un perfume para su nieta.
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