26 ene 2015

Rojo carmín


La mesa estaba servida. El aburrimiento también. La comida  se le antojó deliciosa. Todo parecía ir bien. Salió a fumar dejando los comensales atrás. Hacía tiempo que no veía las estrellas. Era una noche especial aunque todo parecía normal. Un trago de vino, una calada y la inmensidad encima de su cabeza. Vislumbraba unas calles sin un alma desde lo alto, mientras oía las horas tocar. Hora de irse. Salir a la calle. Coger el coche. Ser copiloto de otra persona bebida. Los semáforos retomaron viejas conversaciones. Las mismas que florecen cuando el vino dirige una verdad velada. Disimuló las lágrimas pero no la tristeza. Eligió las palabras para no herir. El recorrido llegó a su fin. Bajó del coche. Buscó las llaves. Abrió la puerta. Encendió la luz. Había carmín en las llaves, en sus manos, en el bolsillo, en los papeles. El pintalabios se ha roto. El carmín lo impregna todo.