Me pagan por mis ideas. Por
eso no ejecuto las obras que presento en museos o vendo en galerías.
Utilizo los vacíos de la legislación para poner en marcha mis piezas,
etiquetadas por otros o por mi misma, como piezas politizadas. Utilizo
subvenciones para contratar a personas con riesgo de exclusión social. Para
poner mi granito de arena al desmantelamiento de la dictadura del capital,
capitalizo a gente humilde para sacar puertas de inmuebles que luego vendo en
galerías. A este proceso lo llamo “subcontratación activista”. De esta forma, visualizo la injusticia social de los desahuciados. No tengo vergüenza en
admitir que quiero vender más. De algo tengo que comer. Soy una artista, que
también vive en el precariado. De hecho, vivo en una casita de madera. En el
patio de mis padres.